¿Cómo minimizar los efectos no deseados cuando construyes proyectos sociales?

Por Socorro Moreno, cofundadora y directora de AVISINI RESEARCH

 

Cuando una organización, fundación, empresa o persona emprende un proyecto social lo hace con las mejores intenciones de impactar positivamente en el bienestar y la calidad de vida de un grupo de personas que se encuentran en una situación difícil o de vulnerabilidad por cuestiones sociales, económicas, ambientales, sanitarias, de discriminación o violencia, entre otras causas de inequidad y desigualdad. 


Sin embargo, por más loables que sean sus propósitos, no son inmunes a que se presenten consecuencias negativas, previstas y no previstas, intencionales o no intencionales al ejecutar las acciones con las cuales buscan llegar a sus nobles objetivos, las cuales generan malestar en la comunidad. Cuando aparecen estos ‘ruidos’, se puede llegar incluso al fracaso del proyecto y a afectar la reputación de la iniciativa y, a la larga, de la organización.

 

¿Cómo evitar que se presenten estos efectos adversos, que puedan poner en riesgo el desarrollo del programa y nuestra relación con la comunidad?

 

Hay dos factores que se deben tener en cuenta desde la ideación del proyecto: 

– involucrar a la comunidad en la cocreación o diseño

– monitorear y evaluar el proyecto constantemente. 

Muchas veces creemos conocer a las personas o a la comunidad a la que queremos impactar, ya sea porque están dentro del área de influencia de nuestra actividad empresarial (viven cerca de la planta, a la fábrica, a las oficinas o cultivos, por ejemplo) y diseñamos el programa desde nuestros escritorios, sin asegurarnos de que las necesidades que consideramos importantes y queremos subsanar tengan la misma relevancia o urgencia para ese grupo.


Hay que hacer un análisis comunitario exhaustivo: salir, recorrer la zona, visitar a las familias, conversar con los líderes comunitarios, hacer encuestas, sesiones grupales, conocer sus tradiciones o cultura, establecer con cuáles capacidades propias cuentan (liderazgos, organización social, habilidades, talentos, etc.), averiguar experiencias anteriores con este tipo de programas, mejor dicho, escuchar a la comunidad.


En este sentido, es importante hacerse preguntas como: 

– ¿Estamos incluyendo a los verdaderos protagonistas en la planificación de nuestros programas o solo a los que más se destacan o a los que tengo más cerca? 

– ¿A quién más deberíamos estar escuchando? / ¿A quiénes estamos dejando por fuera?

– ¿Estoy viendo a toda la comunidad o solo a los que me gustan?

También podemos recurrir a fuentes secundarias que nos den datos estadísticos, ya sean demográficos y socioeconómicos, que nos permitan saber más de esa comunidad: cómo están conformadas las familias, deserción estudiantil, morbilidad materno infantil, niveles de desnutrición, acceso a la salud y a la educación, etc. 


Con esta información se pueden prever las posibles afectaciones que pueden surgir, las sensibilidades que podemos despertar, identificar a los grupos que estamos dejando por fuera o las situaciones que pueden generar malestar. La misma comunidad podría aportar ideas sobre lo que podría pasar si hacemos tal cosa o dejamos de hacer aquella otra. 


Teniendo en cuenta esto, se pueden simular distintos escenarios y tomar las medidas necesarias para prevenir estos impactos negativos o reaccionar y mitigar cuando surjan aquello que no esperábamos. 


En resumen, y de acuerdo con la guía de la European Venture Philanthropy Association – EVPA para la gestión del impacto, la participación de las organizaciones, comunidades y personas que se puedan ver afectadas por las acciones de mi intervención social nos permite, en el momento de pensar y estructurar el proyecto: 


• Garantizar la pertinencia y la idoneidad de los objetivos

• Establecer expectativas

• Confirmar el interés en las actividades

• Contribuir al diseño de este.


En AVISINI RESEARCH entendemos la importancia de la participación de la comunidad desde el principio, por eso acompañamos a las empresas haciendo ese acercamiento y evaluación previa, que les permite tener los mejores inputs para diseñar sus intervenciones de manera más efectiva.


Con base en esto, cobra sentido el segundo aspecto a tener en cuenta: la evaluación y monitoreo constante de las acciones implementadas. La Evaluación de Impacto Social (EIS), no solo permite identificar riesgos potenciales y perfeccionar estrategias; también ayuda a fomentar la rendición de cuentas y la transparencia, generando confianza con todas las partes interesadas, desde inversores hasta las comunidades locales.

Establecer desde el inicio y periódicamente (trimestral, semestral, anual) una Evaluación del Impacto Social es fundamental porque:

  • Nos permite conocer cómo se sienten las personas ante las intervenciones y sus resultados

  • Facilita la toma de decisiones basadas en evidencia, al proporcionar datos clave sobre consecuencias sociales, económicas y ambientales.

  • Promueve la mejora continua en programas y políticas para maximizar los resultados positivos y mitigar los posibles efectos negativos.

  • Impulsa la participación de las partes interesadas, garantizando que las voces de las comunidades afectadas sean escuchadas, lo cual ayuda a minimizar los riesgos de fracaso.

  • Ofrece una ventaja competitiva en un mercado cada vez más consciente socialmente, al poder demostrar sus impactos sociales positivos y la ausencia de impactos negativos.

Hay que tener en cuenta que los impactos de un proyecto social pueden afectar distintos aspectos de la vida de las personas, que muchas veces tienen que ver más con percepciones, emociones y sentimientos, que con los beneficios materiales que se reciban, sobre todo cuando se trabaja con poblaciones vulnerables como niños, ancianos, pueblos indígenas, minorías, migrantes y refugiados.


Algunas de esas esferas, que son más del resorte de la intimidad o de la cultura, que debemos monitorear son: 

  • Estilo de vida: cómo viven, trabajan, se divierten e interactúan a diario las personas.

  • Cultura: creencias, costumbres, valores y lenguajes compartidos.

  • Comunidad: cohesión, estabilidad y servicios disponibles.

  • Sistemas políticos: participación ciudadana y nivel de democratización.

  • Entorno: calidad del aire, agua, alimentos y seguridad física.

  • Salud y bienestar: estado físico, mental, social y espiritual.

  • Derechos personales: impactos económicos y posibles desventajas personales.

  • Miedos y aspiraciones: percepciones sobre seguridad y el futuro.

Con el monitoreo puedo detectar a tiempo los posibles daños, que aumentan la inequidad, y tomar decisiones en tres sentidos: 


  1. Determinar qué puedo cambiar en mi programa para mitigar estos efectos.

  2. Acudir a otra organización que se enfoque en los subgrupos que se han afectado negativamente.

  3. Parar la intervención; no continuar el trabajo con esa población.


De ahí la importancia de lo que hacemos en AVISINI RESEARCH: evaluaciones rigurosas con herramientas tanto cualitativas como cuantitativas, que nos permitan conocer esas percepciones, analizar los datos, medir resultados, establecer impactos positivos y negativas. para que el desarrollo de un programa social logre sus objetivos y las comunidades queden satisfechas con nuestras acciones.